Muchas razones para las ofertas senior

Desde un principio en este blog, y con especial énfasis en recientes entradas, hemos defendido el sentido de apelar a un público senior. Si son ellos los que mantienen el poder adqusitivo, los que más gastan y más tiempo tienen para comparar precios y productos, ¿cómo no dedicar recursos a persuadirles de las bondades y ventajas de nuestras ofertas?

Sin embargo, nos interesan mucho los comentarios que nos hacen llegar los lectores de estas páginas. Y recientemente nos llegaba uno al respecto:  ¿significa este cambio de percepción de los mayores y de su economía que los descuentos que suelen recibir han dejado de tener sentido?

En efecto, los mayores y pensionistas acostuman a disfrutar de rebajas en el precio de muchas cosas. Suele ser común en transportes o en entradas de museos y espectáculos, pero también se hacen campañas de descuento en bienes de consumo específicamente dirigidas a ellos, como el Club 65+ de Carrefour, que recientemente se ha podido ver anunciado en televisión, aunque exista desde hace meses.

Que el Estado mantenga esas tarifas especiales parece de justicia: se premia su larga aportación a las cuentas públicas y se trata a la vez de compensar el hecho de que la jubilicación haya podido suponer una merma en sus ingresos. Pero si el estado excepcional que impone la crisis hace que los mayores sean los que mantengan una posición más sólida, ¿no habría que revisar esas políticas? Por no hablar del sector privado, que quizás también puede adoptar nuevas ideas y prescindir de sus descuentos para seniors.

El planetamiento es razonable, pero en Mayormente opinamos que sería un gran error. En lo que concierne a la Administración Pública, por lo ya mencionado: un sentido elemental de justicia exige mantener unas tarifas más bajas para los que más han contribuido. Además, hay que pensar que aunque nosotros defendemos la existencia de un colectivo de mayores y pensionistas con una situación muy saneada, también hay una parte del mismo que tiene rentas más bajas y grandes cargas y para quienes sería muy poco equitativa una reforma de ese tipo.

Pero también para el sector privado sería un movimiento en falso. Porque entre los mayores, a quines instistimos que no les duelen prendas por pagar un precio justo por un buen producto,  está muy viva la cultura de la oferta y el disfrute de encontrar el mejor “acuerdo” por lo que consumen. Y,  por lo tanto, la oferta es un reclamo muy atractivo en sí misma. Si a esto añadimos que los seniors están disponibles en épocas y momentos en los que otros públicos no lo están, y que eso bien merece un incentivo por parte de las empresas, podemos afirmar con todo convencimiento que nuestras apuestas por dirigirse a los seniors como a un público privilegiado y pensar en promociones que les resulten atractivas no están en absoluto reñidas.

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